viernes, 5 de septiembre de 2008

Que cómodo era apoyar el perfil de la cara sobre el libro
y resbalar el peso del cuerpo sobre la arena seca.
Dormir un sueño corto y confusamente placentero,
despertarse con marcas en la piel:
los muslos en espiral,
las mejillas triangulares,
el vientre vacío y recto.

Qué cómodo era encontrarse las sábanas calientes,
un cuerpo familiar al que sujetarse al lado,
el olor a crema hidratante,
el perfumen de siempre,
y solo cuando llovía: el color de la naturaleza tras la ventana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pasan tantas cosas tras las ventanas...