lunes, 15 de diciembre de 2008

Esta es la tarde.
La tarde cualquiera que decías habría de llegarnos para marear nuestras bocas.
La mesa desaliñada, el ambiente recogiendo los olores: la madera, el tabaco,
ese café que se derrama o te atraviesa.
Contaremos el tiempo que perdimos en cada baile cuando al fin queramos recuperarlo; desconocemos el paso de las horas.
El sabor del reencuentro aún no me ha llegado, pero lo imagino abarrotado de insomnio: almohadas, sudor, espejos.
Es cierto que los recuerdos se amontonan,
pero dependen sus formas del recipiente que los acoja,
el mío es circular y rojo,
desordenado cabe todo como en un colchón.
Es tu cuerpo un retén de imágenes para mi,
en negro y sombras,
como antes de subir el telón.
Y qué habría de conservar mi memoria sino el reflejo de tu cuerpo.
Desconozco el comienzo objetivo de esta hisoria,
por dónde he de empezar a contar,
la marea, las islas, esas mejillas,
la sangre como una feroz competición de salto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Guau!!!
Me ha gustado mucho!!

Qué envidia, yo no tengo recipiente para los recuerdos (y menos rojo), quizá por eso los tengo tan desordenados.

Y ese cafe, que calienta, que despierta y atraviesa.

Lo dicho... guau!!

Anónimo dijo...

esta es la tarde...
y debería ser la noche, y las mañanas y siempre :)