sábado, 23 de agosto de 2008

Sabes que te miro, aunque te hagas la dormida en tu siesta matutina. Sabes que me robas o me das, no se en qué porcentaje, la energía necesaria para alzarme a tu altura y ladrarte detrás de las orejas. Sabes que lo que quiero es transformarme, quitarme este tufo a humanoide y ser capaz de priorizar mis horas para ti. Sabes que me muerdes los talones y me resisto a seguirte el juego. Y la azotea es un bosque abierto, con sus telarañas de metal, con sus espigas de cemento que no bailan al viento, sabes que es nuestro lugar y en él nos deshacemos la una con la otra en mentiras, en tratos de pezuñas contra manos. Sabes que me vacilas y te vacilo, y es un juego sencillo que repetimos a diario, en un aprendizaje mutuo, continuo, que a ti te deshumaniza y a mi me acerca a lo animal. Sabes que me miras, que me arañas las heridas, la conciencia olvidada. Sabes que al final siempre acabas rascando un hueco en mi cuerpo para al fin acompañarme en mi descanso, en mis sueños en los que tú siempre estarás vigilante sin que apenas pueda darme cuenta. Sabes que mis batallas perdidas nunca terminan hasta que tú no comienzas a sacarle brillo a mi orgullo.





Pequeño Rock&Roll...

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